El golpe de la izquierda literaria

La literatura latinoamericana es sinónimo de literatura politizada. Eso se puede comprobar en las obras consagradas y en la participación activa de escritores en la vida política
01/04/2000

La literatura latinoamericana es sinónimo de literatura politizada. Eso se puede comprobar en las obras consagradas y en la participación activa de escritores en la vida política: los pocos valientes que rompen sus silencios en debates inflamados, a favor de la denuncia y de la democracia. Gabriel García Márquez, José Marti, Pablo Neruda, Miguel Angel Asturias, entre muchos otros, son indudables ejemplos de artesanos de la contracorriente ideológica, la cual, bien comentada y observada, tórnase carrasco de las tiranías frecuentes en nuestro continente.

Creo que es clara la tendencia en la literatura de Occidente de convergir sus ideas hacia la izquierda. Por ejemplo, no nos parece extraño un poeta marxista proponer derrumbar a todos los gobiernos del mundo en nombre de la oxidada Utopía. Pero, por otro lado, suena escandaloso uno que elogia el desarrollo económico apoyado en la degradación del proletario, para beneficio de la aristocracia. A mí, las dos banderas me parecen igualmente absurdas, pero escribir es (entre otros mejores aforismos) romper la norma. Lo que pasa es que a la gente le parece inadmisible que un escritor pertenezca a la “derecha” política. Es ése el atentado de la izquierda a la libertad de las letras.

El argentino Jorge Luis Borges y el peruano Mario Vargas Llosa son ejemplos de escritores importantes criticados en el medio literario por sus ideas o actividades políticas. Aquél por su apoyo a la dictadura de Pinochet; éste por sus ideas neoliberales, simpatía norteamericana y candidatura de oposición a Fujimori en 1990. Vargas Llosa es un renombrado arquitecto de personajes políticos y eventos históricos, y, tras una breve incursión por el género erótico (Los cuadernos de don Rigoberto), ahora vuelve a la paradoja latinoamericana, la novela de tirano y dictador, con La fiesta del chivo, publicado recientemente en España.

La figura elegida por el escritor peruano es Rafael Trujillo, dictador de la República Dominicana asesinado por la izquierda en 1961. Su trayectoria política, la culminación del trujillismo y la larga cadena de eventos antes y después de su muerte están dibujadas en cuadros meticulosos capítulo a capítulo, en alternados puntos de vista, monólogos emotivos de meticuloso lenguaje coloquial y textos periodísticos sobre hechos reales. A veces demasiado reales, conduciendo al lector afuera del universo ficticio e individual de los personajes, al adentrarse en la impiedad del tirano, su retrato cruel y doliente, lo que da la idea de pretexto a la novela de Vargas Llosa. Se trata de un concepto peligroso hablar de pretextos con Mario Vargas Llosa. Quién escribió La fiesta del chivo, ¿el escritor o el candidato? ¿De qué va él? Es muy probable que no haya segundas intenciones. Pero, tras una candidatura política, ¿quién puede asegurarse de su inocencia?

Es posible que la ficción de Mario Vargas Llosa se encuentre atrapada entre los muros de sus ideologías y su fuerte convicción y urdida coherencia. No hay por que discutir su agenda política, si ésta se sitúa en la derecha, en la izquierda, o en el agujero negro del medio, cuando la larga y objetiva obra literaria del peruano es beligerante, ácida y contundente por sí misma. Sin embargo, Vargas Llosa no es un escritor transparente. Su vida publica y frecuentes artículos periodísticos deja incómodas dudas en al lector respecto de la integridad artística del escritor, y ofusca el brillo de un libro de otra manera grandioso.

Imagino a los grandes escritores como ciegos capaces de identificar los colores de los objetos con tan solo el roce de las manos sobre ellos. Politizarse abiertamente y en demasía es engañar en ese juego de cerrar los ojos — el juego de vivir en sociedad — al abrir huecos por los párpados para espiar. No importa si con el ojo derecho o el izquierdo.

Gilberto Ruas
Rascunho