Javier Marías es un genio atrapado en su propio mundo de prodigios, y desde ahí ya no puede salir, para bien o para mal. El más prominente y reconocido escritor español de la actualidad tiene fama de ser un tipo pesado, masivo y aburrido entre los lectores españoles. Pero, a la vez, posee éxitos incomparables que le ha concedido el status de escritor prominente de la literatura mundial. Javier Marías no es solo un autor para autores, para los aficionados de la alta fidelidad literaria: académicos y aspirantes afines. Es también un entretenido autor de familia, de estos que se pueden perfilar en la estantería y regalar en Navidades al cuñado ilustrado que más tarde te puede prestar dinero.
Dueño de una narrativa que combina el flujo de consciencia con truenos de acción ininterrumpida — mente y universo, interior y exterior — Marías posee un estilo magnético de narrar, perceptible desde el primero párrafo. Sus rasgos técnicos provocan un efecto acogedor, pues el lector, ya en la primera página, reconoce a su escritor como quien reconoce a un amigo al entrar en un café. Pero el abuso de estilo — en el caso de Marías, el uso de frases largas y enumeraciones reiteradas, que expresan complejidad (y eso, y aquél, y tal, y cual) o subrayan duda (quizá ayer, u hoy, o mañana), a veces parece manía, y puede sonar disléxico: el escritor no tiene claro lo que quiere decir, así que lo dice todo. La multiplicidad de enumeraciones es útil para crear laberintos, simular espejismos e, incluso, dar velocidad a la acción. Pero, en una obra sin mucha acción, se torna en un aparato indigesto y despreciativo.
No hay mucha acción en La Negra Espalda del Tiempo (en Brasil: O Negro Dorso do Tempo, Editora Martins Fontes, 352 págs), la más reciente novela de Javier Marías, tras cuatro años de ayuno. En realidad, el libro es tan pobre en acción que podría pasar por una tesis universitaria. La Negra Espalda, al mejor estilo de Borges, es una novela sobre la novela, o una “falsa novela”, como la califica el autor, en la cual relata la gestación de Todas las Almas (1989), su primer gran éxito, a través de sus memorias de personajes reales y anécdotas sobre la investigación de escritores ya desaparecidos (Arthur Machen, John Gawsworth y Oloff de Wet). El libro se completa con documentos, ilustraciones y un asesinato en México. Es decir, si quitáramos uno o otro hecho ficticio, La Negra Espalda sería una bibliografía de más de 300 páginas. Total, que puede resultar interesante para quien quiere adentrase en el mundillo de la industria editorial y de los bibliófilos, en los confines de Oxford y en la vida personal del autor español.
Pero dentro de La Negra Espalda hay otra, más valiosa, sustancia. La literatura de Javier Marías, como siempre, es riquísima en consideraciones sobre el inevitable desplazamiento del tiempo. La negra espalda del titulo se refiere a la oscuridad inalcanzable del presente que ya es pasado — tema recurrente en la obra de Marías: “cualquier forma de posteridad tal vez sea una afrenta, y quizá lo sea también cualquier recuerdo”. Aunque esta metanovela posee una valoración de la constitución temporal de la narración, sus mejores reflexiones hasta ahora acerca del flujo del tiempo están en Mañana en La Batalla Piensa en Mí (1994) y Corazón Tan Blanco (1991), ambos, conjuntamente con Todas las Almas, ya publicadas en Brasil por la editorial Martins Fontes. Esas sí, en cambio, son verdaderas novelas, y muy, muy recomendables.